Helen Rytkönen

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4 amores tóxicos en novela romántica

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Los amores tóxicos son bastante frecuentes en la novela romántica. Me los encuentro más de lo que me gustaría: a veces es porque se trata de novelas más antiguas, donde estos comportamientos estaban normalizados, pero me puede la desesperación cuando leo algo así en una novela relativamente reciente.

Como lectora, me causa rechazo que se esté ejemplarizando comportamientos donde un sexo domina, controla o anula al otro. Y como escritora, creo en la gran responsabilidad que tenemos a la hora de contar historias de amor. Escribir historias de relaciones sanas y de respeto es algo primordial, al igual que lo es incluir amores tóxicos en nuestras novelas para poder ponerles una equis roja bien grande.

Hoy quiero traerte cuatro novelas donde los amores tóxicos se muestran de forma diferente y en géneros distintos. Así que, romántica, échales vistazo y luego me cuentas si las habías leído.

Amores tóxicos en histórica: La promesa, de Brenda Joyce

El género de novela romántica histórica relata amores en otras épocas de la humanidad, donde los códigos de conducta no son los que rigen hoy en día. Un highlander probablemente no se pondría a lavar la ropa o a cambiar de pañales a sus hijos, al igual que la mujer en la época de la Restauración inglesa no podía progresar sino era por matrimonio o por sexo.

Salvando el contexto histórico, se pueden escribir novelas de este género sin caer en lo tóxico. Por ejemplo, la saga Outlander es un claro ejemplo de histórica bien escrita: cada uno tiene su rol según la época, pero hay un respeto y una comprensión mutua en la relación de pareja principal que es de admirar.

Sin embargo, nos podemos encontrar con novelas como La promesa, de Brenda Joyce, donde el protagonista masculino, Alexi, es tan obtuso, malcriado y cerrado de mollera que maltrata psicológicamente y de forma sostenida a la sufridora y simplona protagonista, Elysse. Ella quiere luchar con uñas y dientes por su matrimonio de pega y él, oh, el pobre, está tan enfadado por haberla tenido que sacar de un apuro cuando joven y casarse con ella que no se lo puede perdonar.

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Yo habría sentado a Elysse y le habría dado unos cuantos consejos de amigui

Dios mío, es de esas novelas en las que con hablar cinco minutos al principio de la misma se habrían evitado todo el sufrimiento. Y, sobre todo, esas muestras de macho rancio del amigo Alexi, que se camuflan de hombría y fuerza cuando lo que denotan son poca seguridad en sí mismo y una autoestima muy baja.

Qué pena, porque Joyce tiene otras novelas deliciosas, pero con esta entró en un territorio definitivamente peligroso.

El archiconocido Grey

No podía escribir sobre esto sin nombrar al manipulador, controlador y obsesivo del orden señor Grey, marido de la labios destrozados Anastasia Steele.

Todo se presenta bajo la archiconocida trama chica inexperta conoce a hombre rico controlador y se pasan tres libros entre sexo y malentendidos hasta que son felices y comen perdices. Cliché del que me saturé después de esta trilogía, y que me causa rechazo cada vez que leo una sinopsis parecida. Fuera de mí, multimillonarios+vírgenes.

Mi problema con Grey es la parte del control tan obsesivo de Christian sobre Ana. Eso de aparecerse en la discoteca porque no la localizaba, mandar a diez gorilas a buscarla cuando no la encuentra por equis razones, todo eso me pone los pelos de punta. Creo en la libertad y en el respeto al espacio en la pareja, no en esa manipulación de «quiero estar contigo todo el rato porque te quiero mucho». Quizá porque una vez me dijeron exactamente eso, y tuve de relaciones tóxicas para el resto de mi vida.

De resto, leí Grey como todo el mundo y me fascinó su sexo explícito, ese mundo del sadomasoquismo que no conocía (y del que Grey es un abanderado muy soft). Sus paralelismos con Crepúsculo (sí, otra de esas sagas que releí en cierta época de mi vida) también me engancharon, de hecho hay escenas que son casi calcadas de diálogos de Edward y Bella (y es que E.L. James escribía fanfiction de Crepúsculo antes de lanzarse con 50 sombras de Grey).

A Grey lo ha puesto en su sitio el tiempo. Pero siempre quedará como ese gran fenómeno editorial que todas, aunque digamos lo contrario, acabamos leyendo. Y a pesar de su modelo de relación de pareja que no es, para nada, ejemplar.

Los amores tóxicos new adult: After

Se me ponen los pelos de punta cuando pienso en esta saga de la cual, si hubiese que salvar algo, es su cuarta parte, donde los protagonistas supuestamente maduran al hacerse adultos. De resto, sin palabras.

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A sufridora no te gana nadie, Tessa

De nuevo repetimos el modelo «chico atormentado controlador y de mala vida que se ¿enamora? de joven sin experiencia y sin carácter», pero en este modelo, el chico la hace pasar tantas vicisitudes que no entiendo cómo Tessa, la protagonista, puede soportarlo. ¿En el nombre del amor? ¿O de la baja autoestima que la hace sentirse de menos y que por eso ansía la aceptación de ese bala perdida llamado Hardin?

Cuando lo leí, no pude sino llevarme las manos a la cabeza porque una tras otra el chico se lo hace pasar fatal, hasta extremos que me parecieron insalvables, y me pregunté qué ejemplo se está dando con una trama así. Sin duda, es un libro que NO deberían leer los adolescentes porque los modelos de conducta no son los más idóneos para construir relaciones normales.

Al haber leído esta saga y viendo algún otro ejemplo actual que incluso está en cartelera, me pregunto por qué no priman las historias sobre las relaciones de igual a igual, esas en las que dos jóvenes se conocen, se enamoran y son buenos el uno para el otro. ¿O eso no vende? Quiero pensar que sí, y que esta historias oscuras solo sirven para saber lo que no es lo deseable, y nada más.

Cuando se denuncia una relación tóxica: Marian Keyes

Uno de mis libros favoritos de Marian Keyes es Un tipo encantador. Ya lo he citado en este blog anteriormente, pero no puedo dejar de traerlo aquí, a este post, porque es un ejemplo de cómo hablar sobre las relaciones tóxicas y el maltrato.

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Maravillosas las subtramas, pero mejor aún el mensaje principal

En esta novela, un político que tiene encandilado a todo el mundo mantiene un lado oculto que afecta a un grupo de mujeres que han tenido diferente protagonismo en su vida. Ellas viven su maltrato calladas, sin levantar la mano, hasta que descubren que la unión hace la fuerza y que pueden hacerle pagar por todo lo que les ha hecho.

Es una novela donde encontramos las diferentes caras de las relaciones tóxicas: las que siguen enamoradas o enganchadas de su pareja, las que lo toleran, las que lo intentan olvidar, y las que solo necesitan una chispa para hacer arder la pólvora y echarle a la hoguera. Keyes lo adereza todo con su magnífico humor, pero no camufla la dura historia que protagoniza Paddy de Courcy y sus víctimas. Entre ellas me quedo con Lola y Grace, tan mágicamente diferentes pero tan entendibles.

¿Conoces alguna otra historia de amores tóxicos que te hayas encontrado en el mundo de la romántica? Déjamela en comentarios, y esta vez no te diré que la leeré, sino que te agradeceré por haberme avisado.

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4 comentarios en «4 amores tóxicos en novela romántica»

  1. Yo discrepo un poco (solo un poco).

    Aquí mi humilde opinión: escribir es un arte y como arte está para remover, no para educar.

    Es decir, que tú y yo escribamos historias no tóxicas y de superación femenina no es una responsabilidad, es lo que nos nace. Pero no podemos responsabilizar a autores y autoras de “glamourizar” lo tóxico.

    Igual que leo a Stephen King y no se me ocurre disfrazarme de payaso e ir matando a niños por ahí, tampoco por leer a Grey voy a ver bien que me azoten el culo con un cinturón.

    Con esto quiero decir que cada uno puede leer y escribir lo que quiera y que no por ello tenemos obligación moral de nada.

    Por otro lado, soy la primera que cierra un libro en las primeras páginas si empiezo a sentir tufillo de machismo.

    Sin ir más lejos, no llegué ni al segundo capítulo de un libro de Isabel Keats titulado “Algo más que vecinos”. En el segundo o tercer capítulo, un tío que acaba de conocer a una mujer que cree que tiene pareja, la zarandea y la trata de “mujer fresca” porque ha montado una fiesta en casa de la “supuesta” pareja. Infumable.

    La lástima es que estas cosas hacen que no les des otras oportunidades a esas autoras.

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    • ¡Gracias, Bea! Yo también discrepo un poquito contigo, jeje (esto es para abrir más el debate). Creo que sí tenemos la responsabilidad de no glamourizar lo tóxico, tomando esa responsabilidad como algo bonito, algo que nace y que surge para mejorar un poco el mundo. El peligro de disfrazar la toxicidad es que al final se infiltra en la mente de los más jóvenes como si fuera algo que se debe aceptar así. Puedes dejar que Grey te ponga el culo como un tomate, me parece perfecto porque me encanta que se exploren los límites de la sexualidad, y eso es el BDSM, pero no que te manipulen y te quieran controlar. Una cosa no tiene que ver con la otra.
      Quizá estoy muy sensibilizada con el tema porque yo misma sufrí una relación tóxica de la que pude salir, y sé lo fácilmente que se disfraza de amor. Y no quisiera que nadie se viese en esa situación. De ahí, esa responsabilidad que en mi opinión tenemos las escritoras de recrear conductas sanas y no estas, que encima se visten de grandes amores y no son sino grandes inseguridades de personas que pueden hacer mucho daño.
      Ea, ya me explayé. Casi me mando un superpost :):)

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  2. Me he leído muchísimas porque abundan en el género. Botones y Encaje, 365 días, por poner ejemplos. De todas formas mi punto de vista es distinto: leemos historias de asesinos, de políticos corruptos, de traficantes de armas, etc. Pues con las historias de relaciones tóxicas, igual. Lo malo de estas historias es el ejemplo a mentes que están creciendo. Pero la distorsión atrae, y lo vemos también en el cine, donde triunfan los personales violentos, asociales, paranoicos…

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    • Exacto, el problema que le veo a esto es que si lo leen mentes que todavía se están formando en términos de entender las relaciones, pueden ver ejemplos que no son para nada los sanos. Una persona madura, cuando lee historias tóxicas, ya tiene el bagaje para poner en su sitio ese tipo de tramas, pero los jóvenes no. Y diría que esto es más peligroso que lo escabroso, porque se camufla de normalidad y, por eso, se adopta más fácilmente. Gracias por pasarte, Ana, y abrir debate 🙂

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