Conocí a María Beatobe por las redes. Sí, en ese lugar donde ahora haces amistades insospechadas y que te da mucha vida. Así fue con ella: nos comentábamos mutuamente los posts, luego ella me pidió algunos consejos ya que se venía de vacaciones a Tenerife, y entre tips de restaurantes y coches de alquiler, empezamos a hablar por privado.
La pena fue que no pudimos vernos en su visita a mi isla, pero de ahí, de esa pena penita pena, nació la idea de hacer un directo con entrevista (la puedes ver íntegra en mi perfil de Instagram, @helenrytkonen). ¡Lo que nos reímos!
Me encantó este ratito de charla con María porque fue distendido, cómplice y abordamos cosas que a muchos de nuestros seguidores, tanto lectores como escritores, nos suelen preguntar por privado. Así que decidí dejar esta entrevista también en el blog, aunque la calidez y las sonrisas que tenemos en el directo sean difíciles de transcribir. ¡Las dejo a tu imaginación, romántica!
Los comienzos de María Beatobe
Para ponernos en contexto, María comenzó a publicar en 2015 y tiene trece novelas publicadas. De todas ellas, nueve son en papel y el resto están en digital. Siempre ha estado ligada al mundo de la novela romántica, sobre todo en su vertiente de novela juvenil. De su literatura, he leído «Ojalá«, tan maravillosa como deliciosa, donde nos transporta a esos veranos de adolescencia donde el amor comienza a florecer con toda la frescura e inocencia del mundo.
¿Cuándo te diste cuenta de que la escritura iba a ser parte importante de tu vida?
Siempre me ha gustado escribir. A los diez o doce años empecé con los cuentos cortos, y además descubrí que mi padre tenía una Olivetti vieja. El que me la prestase fue cuando realmente comencé a escribir, a sentarme a teclear. Todas las historias de esa época eran de temática juvenil, ¡y todavía las tengo guardadas!
A la lectura en sí empecé a cogerle el gustito más adelante, pero escribir lo he hecho siempre. Me ha servido incluso personalmente, muchas veces ha sido una especie de terapia. Con el tiempo le fui cogiendo más y más el gustillo, y aunque me daba miedo publicar, el que la gente me leyera, al final me lancé y me dije: “que sea lo que tenga que ser”.
Cuéntanos cómo te decidiste a publicar.
Lo primero que publiqué fue con una editorial pequeña. Se trataba de un relato muy cortito, y como tuvo bastante repercusión, decidí ampliarlo y desarrollar de ese mismo relato una novela corta. Después publiqué otra, y entonces fue cuando comencé a enviar mis novelas a más editoriales.
Aun así, a mí me gusta ir alternando las diferentes opciones: autopublicar y publicar con editorial. Así que ahora autopubliqué “Ojalá”, y espero que la siguiente vuelva a ser con editorial. Suelo hacerlo siempre la misma.
¿Cómo definirías tu ritmo de escritura?
Tengo mucha facilidad para escribir, ¡lo que no tengo es tiempo! A veces pienso que lo del tiempo es un tema mío de organización, pero luego hablo con vosotras y veo que no es así, a todas nos pasa. Si tuviéramos todo el tiempo del mundo, seríamos superproductivas.
¿Qué harías diferente si pudiese volver atrás?
Probablemente ser menos impaciente. Lo soy demasiado: en cuanto termino, quiero enseguida corregir, repasar, publicar, y no dejo reposar las historias. Ahora he aprendido a dejarlas un tiempo cogiendo aire, en ese reposo del que siempre hablamos, pero antes iba como las locas, pensando que todo tiene que estar para mañana.
De personajes y romántica
¿Por qué el género romántico? ¿Alguna vez has pensado en escribir otro tipo de historias?
Siempre he sido romanticona, y por eso he escrito lo que quería que me pasara a mí (risas). A medida que he ido escribiendo y ganando experiencia ya no es cien por cien así, pero no sé si sería capaz de escribir otro tipo de género. No estoy segura si me sentiría cómoda, si todo fluiría como lo hace con la romántica, aunque tampoco nunca lo he intentado. Por ejemplo, admiro profundamente a los que escriben policiaca por la complejidad de sus tramas.
Un subgénero que me llama mucho es el intimista, relacionado siempre con romántica. Hablar de sentimientos, emociones, reflexiones, que ese sea el eje conductor de la historia… Sería maravilloso escribirlo. Pero hasta la fecha, nunca me he atrevido a contar una historia entera intimista.
¿Se te ha atragantado alguna vez un personaje?
En «Ojalá» me costó sacar el personaje de ella, el de Valeria. A él lo tenía muy claro. Lo que me ocurría era que estaba haciéndola muy parecida a él, y necesitaba buscarle su propia personalidad. El resto de personajes han fluido de manera natural, tengo esa facilidad. Por ejemplo, no suelo hacer muchas fichas de personajes. Hago más bien escaletas porque me cuesta más la trama que los personajes. Los tengo muy claros, los visualizo, sé cómo se comportan.
Inevitablemente algo queda de nosotras en cada personaje. Con mi primer personaje me decían que hablaba igual que yo, que tenía la misma forma de expresarse. Luego, con el tiempo, vamos evolucionando y eso lo vamos cambiando.
Ahora estoy escribiendo por primera vez una novela en la que el narrador es el protagonista masculino. Empezó siendo a dos voces, pero al final él se la «comió» a ella y se erigió en el verdadero narrador de la historia: lo que él piensa, él siente, lo que él hace… . Quizá fuese porque tenía muy claro cómo era él, y a ella la fui definiendo después, con lo que perdió fuerza para ser otra de las voces de la novela.
¿Cómo te inspiras para los personajes y las ambientaciones?
Las ambientaciones me cuestan mucho, nunca sé dónde ambientar las historias porque parece que siempre me voy al mismo lugar: sitios donde he estado, que conozco, de donde tengo datos que puedo citar sin temor a equivocarme… Me da seguridad porque sé que no voy a decir nada que no sea verdad. Me da miedo meter la pata. Sí, me gusta tener licencias literarias pero que todo lo que diga se asemeje al sitio real. Pero ahora estoy intentando meterme en sitios donde no conozca, es un reto para mí.
Suelo inspirarme en imágenes, sobre todo en Pinterest. Si hay una imagen que se parece a lo que tengo en mente, se transforma en parte de mi historia. Si estoy buscando un prado, siempre en Pinterest hay alguna imagen que se parece a lo que tenía imaginado.
En cuanto a los personajes, suelo inspirarme en gente conocida. Me dan la pista de lo que quiero, lo que transmiten, y eso veo si casa con mi personaje o no. No suele costarme la parte de los personajes. En general, me es más difícil encontrar lugares que las personas.
¿Has tenido algún sonado crush con alguno de tus personajes?
Unai, de «Nos teníamos demasiadas ganas«. El personaje se me quedó ahí, dentro, como si hubiese existido de verdad. Los creas con tanta intensidad que al final parecen reales, aunque no existan.
Dime el personaje con el que te irías de picnic al campo.
Gael, de la serie “Por amor”. Porque es sensible, se puede hablar con él, le puedes contar todo, te escucha, me transmite mucha calma. Es un amor.
Un personaje con el que te irías de fiesta en un barco.
Con Unai, porque su historia se desarrolla en la playa, así que pegaría perfectamente.
El personaje con el que tendrías una noche de sexo salvaje.
Con Axel, de «Ojalá». Tiene ese punto ahí canalla, picarón. Con él, definitivamente (risas)
Sobre libros y procesos
¿Has tenido alguna vez un bloqueo de escritor?
Sí, hubo un año que escribí muy poquito. No salía nada, intentaba e intentaba y lo dejé. Me dediqué a leer un montón, y al final todo fluyó y pude volver a la escritura, pero se pasa mal, porque tú quieres escribir y no puedes, se te atasca. Te sientes fatal y no entiendes por qué. Al final decidí no darle demasiada importancia y me puse a leer mucho, y así se fue desapareciendo.
¿Sueles trabajar con lectoras cero?
Siempre me ha costado mucho elegir lectoras cero. Por ejemplo, «Ojalá» no tuvo, según lo escribí lo publiqué. Solo lo leyó Elisa Mayo, quien me hizo la corrección. Justo antes de publicarlo sentí vértigo y me dije: “madre mía, nadie ha leído esto”. Pero me había salido tan de dentro que no quería cambiar nada por mucho que alguien externo me hubiese aconsejado que sí. En las otras novelas sí pasé por lectoras cero, pero en esta ocasión no.
¿Qué tal llevas lo de escribir escenas eróticas?
Hombre, al principio te da vergüenza y escribes mucho más comedida, sobre todo por lo que te pueden comentar la familia y amigos. Pero luego eso se supera (risas), y a los que le da más vergüenza es a ellos, no a ti.
En cuanto a erotismo en la novela romántica, creo que hay libros en los cuales se meten demasiadas escenas, como quien vende caramelos, y al final tanta escena no te dice nada. No aportan a la historia. Mi sensación es que se frena la trama, lo veo forzado. En mis historias hay dos o tres escenas, no más. Lo que sea necesario para que quede natural y no metido con calzador.
La ronda de preguntas absurdas
¿Espinete o Candy Candy?
Candy. Siempre. ¡Me la tragué entera! Fue de las primeras de personajes con ojos grandes y que les titilaba la pupila cuando iban a llorar. ¡Cada vez que se acababa un capítulo era un drama! Hace poquito descubrí en casa de una amiga los cómics primeros de Candy, me hizo mucha ilusión. La verdad es que me encantaría volver a verla, porque realmente no la terminé de ver. Espinete… No sé, yo era más de don Pimpón.
¿Caña o mojitos?
Caña. Aunque no bebo alcohol, no bebo nada de nada. Pero cuando todavía bebía algo, tomaba cañas. Nunca fui de cubatas o mojitos, la hierbabuena me parece demasiado fuerte. Así que bebo Fanta naranja. Con mis amigas hay mucho cachondeo porque ellas beben y yo no, y les digo que yo soy la que me acuerdo de todo y ellas de nada.
¿Chris Hemsworth o Harry Styles?
Chris. Me gusta más ese estilo de hombre, Harry es muy aniñado. No he dicho el apellido de Chris porque no sé pronunciarlo (risas). En resumen: el de la Pataky.
¿Tortilla de papas o tarta de zanahoria?
La tortilla sin duda alguna. ¡Me encanta!. La tarta también me gusta, pero como soy celíaca no puedo comerla.
¿A mano o a máquina?
A máquina. Cuando he escrito a mano, me doy cuenta que al pasarlo a ordenador he puesto todo lo contrario, nada suele coincidir. Me cambian las ideas muy rápido. Y a mano para las ideas generales, en una libreta. Pero el desarrollo a máquina, siempre.
¿Oler o saborear?
Oler. Me gusta mucho el olor de todo, estoy siempre olfateando. Para los sabores soy un poco exquisita, o más bien asquerosita.
¿Un fuera borda en el Mediterráneo o un jeep por la sabana?
Fuera borda. Me gusta más el entorno, el ambiente marino, y soy miedosa con los coches así que prefiero el fuera borda.
¿Lenny Kravitz o Juan Luis Guerra?
¡Lenny!. Soy bastante rockerilla en cuanto a la música.
¿La soledad para desconectar o la compañía para conectar?
Desconectar. Me inspiro más estando sola. Es más bien desconectar para conectar. Si no, revientas. A lo largo del día me gusta tener un rato para desconectar, quizá sean solo 5 minutos, solo para respirar y luego volver a retomar. A veces es difícil por la familia, trabajo, pero saben muchísimo esos cinco minutos. Qué poquito pedimos.
¿La comida que más te guste en el mundo o una noche de pasión salvaje sin consecuencias?
Ufff, es que soy celíaca, me lo pones difícil… Pero aunque pudiese comer cualquier cosa, creo que me quedo con la segunda. Lo de comer ya lo sustituiremos por algo (risas).
Y para finalizar…
Dime algo que no hayas hecho y que siempre te hubiera gustado hacer.
Saber tocar el piano. Tengo una lista en Spotify de música de piano, me relaja mucho. Saber tocarlo sería un sueño. Quizá cuando sea más viejita aprenderé a tocar.
¿Una recomendación de libros?
“El tatuador de Auschwitz” fue el último que leí, lo tenía pendiente y me ha parecido superduro. Ahora he empezado ”Patria”, que tenía ganas, y alguien a quien me ha encantado leer últimamente es Alice Munro. Tiene unos relatos muy potentes que hablan de la muerte con una belleza tremenda. Si no has leído nada de ella, te la recomiendo cien por cien. Es una maravilla de prosa, muy poética, saca belleza de las peores tragedias.