Helen Rytkönen

Helen Rytkönen

4 razones por las que nos enamoran los libros musicales

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Soy una gran fanática de las bandas sonoras de películas; de hecho, escribo muchas veces con ellas de fondo. Quizá por eso, la creciente tendencia de los libros musicales es maná para mi espíritu. Siempre ha habido menciones a canciones en la literatura, pero de una forma tan evidente, no.

Los libros se llenan de trozos de melodías, de declaraciones de amor hechas con palabras escritas por otros, de pequeñas menciones de cantantes olvidados, y, como en las películas, se introduce una canción en especial para que sea el tema central de la historia de los protagonistas. A veces incluso la música invade el título de la novela, como Sin ti no soy nada de Lina Galán o Quiero bailar un slow with you tonight, de María Sotelo.

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María Sotelo incluye una maravillosa banda sonora en su segundo libro, cuyo título también evoca una canción

Como lectora, escritora y gran melómana, el poder incluir la música como una protagonista más en la historia es un placer maravilloso. Y es que hay varias razones por las que eso nos enamora. ¿Te vienes a conocerlas conmigo, romántica?

Lo que te descubren los libros musicales

Hay novelas donde la mayoría de las canciones que se mencionan son de grupos o cantantes que puedes no haber escuchado en la vida. Y eso supone un viaje lleno de promesas de riqueza y descubrimientos.

En mi caso, esa ha sido una forma de conocer música de la que no tenía ni idea y que me ha metido en mundos que agradezco enormemente haber encontrado. Una escritora que hace esto genial es Elísabet Benavent: pocas veces menciona música de la más habitual o común, y siempre acabo buscando las canciones que acompañan a sus historias. Con ella, por ejemplo, descubrí a Rayden o a Supersubmarina.

Además, la creciente tendencia a incorporar el código QR que luego lleva a la lista de Spotify de la novela es de lo más cómoda. Ya no tienes que buscar las canciones una a una sino las tienes todas juntas en un mismo lugar. En mi novela Tras la calima me sumé a esta moda y es algo que muchas lectoras han apreciado a la hora de leerlo.

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La playlist de Tras la calima es ecléctica: desde la salsa más bailonga hasta Vetusta Morla o Lauryn Hill

El vínculo emocional con las canciones

¿No te ha pasado que lees una novela donde las canciones te hacen sumergirte en miles de recuerdos? ¿Y que eso te prepara para estar más receptiva a la historia?

A mí me ha pasado muchas veces. El disfrutar de una novela donde las canciones me recuerdan a determinados momentos de mi vida, a épocas emocionalmente intensas, hace que la experiencia lectora sea más completa.

Y es que el evocar es una herramienta muy poderosa para acrecentar el vínculo con la trama. Por ejemplo, la banda sonora de Tú de Marte y yo de sábados, de Dona Ter, me transporta directamente a una navidad en concreto, o el rap que inunda Hawk de Rose Gate, a esos noventa de Dr Dre o los dos mil de Eminem.

De mis novelas, la que mayor vínculo sentimental tiene musicalmente hablando es La niebla en mí. Su banda sonora habla de esos años de universidad, del rock alternativo, de grupos como Savage Garden, Hoobastank o Snow Patrol. Y eso caló también en las lectoras: muchas me escribieron para decirme que, con la banda sonora, habían vuelto su juventud, a los bares universitarios, a esas noches de cervezas y humo de cigarrillo, de amores nuevos y amores dolorosos.

Sí, eso hace la música. Te despierta emociones y magnifica las que crean las palabras.

Te lo cuento con música

A veces, e incluso en la vida real, la música expresa mejor nuestros sentimientos que las palabras. Cuánta gente se ha declarado con una canción, o se ha disculpado acompañada de notas musicales. La música puede verbalizar cosas que quizá no nos atrevamos a decir en voz alta, y esto también es un recurso utilizado en literatura.

Por ejemplo, en las novelas de Susanna Herrero la música juega un papel fundamental. El «Hago chas y aparezco a tu lado», de Aquel último verano, es esa canción que actúa de imán para la pareja protagonista. Cuando están separados, les irrita enormemente escucharla en el bar (donde además se la ponen aposta), pero es la canción que habla de ellos, la suya, la de Álex y Priscila. Al igual que «Despacito», para Hugo y Dylan, en El chico de la última fila.

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Susanna Herrero siempre introduce música en sus novelas

En Lo que nos dijo la tormenta, Aura y Oliver bailan después de diez años su canción, «You are beautiful», de James Blunt. Y todo se desborda. Las emociones, los sentimientos, las palabras. La canción actúa de catalizador para toda esa marejada que les asola el pecho. ¿Acaso no es poderoso?

Una herramienta poderosa como escritora

En mis novelas la música siempre actúa de ese acompañante que suma emociones a la trama. Para mí, es una herramienta perfecta para utilizarla, pero cuando tenga sentido, no porque sí y porque parezca estar de moda.

Hay novelas y tramas que parecen requerir más música que otras. Me ocurrió con La niebla en mí y Tras la calima: estas historias no serían lo que son sin una potente banda sonora. Pero después hay otras que no lo necesitaron tanto, y las historias no se han resentido por ello.

Quizá en este segundo tipo de historias, la música me rodea en el momento de escribir, no en la novela en sí. Me ha ocurrido con la novela que tengo entre manos, y también con Los susurros del calor. En ella hago mención de canciones, y hay algún momento estelar como ese en el que Aren canta y baila el «As long as you love me» de los Backstreet Boys en el karaoke del pueblo, pero la música no tiene tanta entidad como para crear una lista de Spotify propia.

Solo envuelve, acompaña y crea ambientes. Ni más ni menos.

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Una de las canciones de la novela, «La revolución sexual» de La Casa Azul, describe a la perfección el verano caluroso de la protagonista

Sin embargo, me acompaña a la hora de escribir. Con la sexta novela, he estado escuchando todas las canciones que estaban de moda al principio de los años dos mil, que es la época de juventud de los protagonistas. Esto me ha hecho volver a las sensaciones y a las inquietudes de esa edad, de esos años donde todavía no había redes sociales, donde las inseguridades eran parte de nuestra esencia y donde buscar el amor era uno de los grandes objetivos.

Y me ha hecho bailar. Eso, romántica, es algo que no se paga con dinero, ese momento de dejar de escribir y ponerte a mover el cuerpini solo sintiendo la música. ¿Te ha pasado?

Espero que hayas disfrutado de este post musical, y que me recomiendes alguna novela donde la música cree una banda sonora de las de Oscar. Déjamela en comentarios y abrimos debate. ¡Hasta la semana que viene, romántica!

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